EL MONSTRUO DE LAS NUECES
Había una
vez una ciudad en la que vivía yo, me llamo Elena, tengo 11 años y soy alta y
delgada. Os voy a contar una historia, una cosa que me pasó a mí hace unos
meses. Espero que os guste y os resulte divertida.
Yo ya sabía
que esto iba a pasar, sabía que ese ser asqueroso estaba en casa, pero nadie me
hizo caso. Puede que ahora que se la ha llevado, todos me crean, no es justo
que haya tenido que llevarse a mi pequeñita para que todos me hagan caso, pero
ya no hay vuelta atrás.
Llamé a mis
amigos para que me ayudaran a rescatar a la pobre prisionera del monstruo y
para que me ayudaran a derrotarlo. Cinco minutos después, Héctor, un chico alto
y moreno, y Sofía, una chica alta y rubia, estaban preparados para combatir al
monstruo.
-
Hola
Elena. Saludó Sofía.
-
Hola.
Hizo eco de sus palabras Héctor. Dime, ese monstruo del que hablas… ¿Es
verdaderamente horrendo?
-
Por
supuesto que sí. Contesté. Es enorme, peludo y sus dientes son como cuchillas,
al igual que sus afiladas garras de monstruo.
Hecha la
descripción del monstruo, pensé que Héctor y Sofía se querrían echar atrás,
pero no fue así, seguían tan dispuestos como antes, así que me preguntaron:
-
¿Sabes
dónde vive esa cosa tan horrible?
-
Sí,
pero no podemos ir hasta allí a pie, nos atacará, tenemos que ir por los
árboles.
-
¿Por
qué por los árboles? Preguntó Sofía.
-
¿Por
qué el monstruo puede volar y si vamos por el suelo nos atacará y se nos
llevará? Trató de adivinar Héctor.
-
No,
contesté yo. El monstruo vive en uno, y si vamos por el suelo nos atacará desde
él, pero si vamos por los árboles, el follaje de éstos nos protegerá. Respondí
yo.
Preparamos
todo lo necesario para nuestra aventura por los árboles. En mi ciudad, las
ramas de los árboles, son tan altas y largas que se enlazan entre ellas y se
podría ir a diferentes partes de la ciudad andando sobre sus ramas
entrelazadas. O al menos eso creía yo. Subimos al primer árbol, Sofía preguntó:
-
¿Dónde
vive el monstruo?
A lo que yo
respondí:
-
Vive
en el gran árbol del Parque de La Reina.
Sólo
habíamos avanzado un poco por las ramas del primer árbol cuando nos dimos
cuenta del primer problema. No sabíamos orientarnos por las frondosas copas de
los árboles. Nos subimos a la rama más cercana, entonces, se partió y me caí
abajo, pero eso solo era el inicio de mis problemas, bajo mis pies, un enorme
perro ladraba y gruñía furioso.
-
¿Qué
es eso? Preguntaron Héctor y Sofía
-
Es
Galletita, la perra de los vecinos. Dije yo.
-
Parece
realmente feroz. Dijo Sofía que me miraba de pie desde la rama de arriba al
igual que Héctor.
-
Lo
es, dije yo, es capaz de matar a una persona, es muy peligrosa.
Creí que
todo estaba perdido, cuándo Héctor partió un palo y se lo lanzó al perro.
Galletita corrió tras él, y Sofía se sacó una cuerda de la mochila y me la lanzó
para que pudiera subir. Tras el accidente, seguimos con nuestro viaje para
derrotar al monstruo.
El segundo
problema que tuvimos fue que las ramas que se unían entre ellas, no eran tan
seguras como habíamos pensado, sino que eran muy inestables. A duras penas
logramos pasar de un árbol a otro, pero entonces se presentó el tercer
problema. Parece ser que a los pájaros de los árboles, no les gusta que unos niños vayan andando por las ramas de
los lugares donde viven, así que atravesamos los árboles soportando picotazos y
arañazos de todo tipo.
Alcanzamos
el árbol por el cual íbamos a llegar al que ocupaba el monstruo. Pero cuarto
problema, las ramas de los dos árboles, no estaban unidas. Nos era
imposible saltar de un árbol a otro, no
podíamos llegar al árbol del monstruo.
-
¿Qué
hacemos ahora? Preguntó Héctor
-
Pues
no sé, dije yo. Tal vez podríamos…
-
¡La
cuerda! Me cortó la frase Sofía. Podemos atar un extremo de la cuerda a esta
rama y el otro al árbol del monstruo, de esta podemos salir caminando por
encima de ella.
El plan de
Sofía era bastante arriesgado y peligroso, pero no teníamos otra opción, lo
hicimos y nos dispusimos cruzar. Sofía cruzó andando por encima de la cuerda
porque tenía mucho equilibrio. Héctor cruzó como en las barras de monos porque
tenía mucha fuerza en los brazos, y ya solo quedaba yo, me tendí sobre la
cuerda y empecé a arrastrarme usando los brazos, pero pronto entendí que esa no
era la mejor opción, me estaba cortando las manos por culpa de la cuerda. Me
puse de pie con mucho cuidado y crucé el resto de la cuerda tal y como lo había
hecho Sofía. Lo habíamos conseguido, por fin estábamos en el árbol del
monstruo.
Indiqué a
mis amigos que se estuvieran quietos, y les dije que el monstruo vivía en un
agujero que les indiqué, se asomaron asustados y…
-
¿¡Una
ardilla!? Gritó Sofía enfadada mientras el asustado animal se iba corriendo.
-
Sí.
Contesté yo.
-
Pero
¿Qué es eso de peludo y horrible? Preguntó Héctor.
-
No
me gustan las ardillas, son horribles. Fue mi respuesta.
-
¿Y
lo de que se había llevado a tu pequeñina? Dijo Sofía.
-
Es
verdad. Les indiqué el hueco, en el que estaba tirada una enorme nuez.
-
¿Eso?
Preguntó Héctor. E instantes después se echó a reír.
Todos nos
echamos a reír.
Así que la
ardilla se ha escapado y este cuento ha terminado.
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