lunes, 24 de diciembre de 2012

NUESTROS CUENTOS: LUCAS, EL AVENTURERO



LUCAS, EL AVENTURERO

Hace muchos años, en un pueblo llamado Cocoseta, había una playa preciosa, a la que iban a bañarse todos sus habitantes, entre ellos Lucas, un niño de 5 años al que le encantaba oír las olas sentado en la arena.

            Un día, muy temprano, sus padres se fueron los dos a trabajar, pero Lucas no tenía que ir al colegio, porque era sábado. Entonces, nada más irse sus padres, Lucas cogió las gafas de bucear y una botella pequeña de oxígeno, y se fue directo a la playa. Pero esta vez no sólo se sentó en la arena para oír las olas, sino que se puso las gafas de bucear y la botella de oxígeno para respirar debajo del agua, y se metió en el mar, tan dentro que ni se le veía.

Estuvo un rato viendo peces muy bonitos y muy raros, hasta que se olvidó de esos peces cuando vio un cofre de oro. Lucas fue hacia él, pero cuando llegó, apareció un tiburón. Lucas no sabía que hacer, si irse corriendo o luchar contra él. Era valiente porque llevaba desde pequeño deseando que le pasara esto, así que eligió luchar. El tiburón era muy grande, gris, y tenía unos dientes muy afilados. Estaban los dos frente a frente, entre corales, medusas, peces, etc. El tiburón, rapidísimo fue a por Lucas, pero este lo esquivo. El tiburón abrió su boca y se dirigió otra vez hacia él, y ¡zas!, Lucas le dio una patada en el cuello. En ese momento, mientras el tiburón estaba en el fondo marino sin poder moverse, Lucas aprovechó para coger el cofre. Cuando lo tenía ya en sus manos, subió a la superficie.

            Después se sentó en la arena, se quitó la botella de oxígeno, las gafas de bucear y abrió el cofre. ¡Tenía un montón de monedas! Así, decidió volver a casa y guardar el cofre en un armario oculto. Sus padres aún no habían llegado. Así que se ducho muy rápido, y cuando estuvo listo, sonó el timbre. Lucas abrió la puerta, ¡eran papá y mamá!. En un primer momento pensó en contárselo a sus padres, pero finalmente decidió no decirles nada, ese sería su secreto. Y se acabó este cuento con sal y pimiento.

          
       
                                                                   

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